viernes, 31 de diciembre de 2010

ALEJANDRO Y FILIPO


Alejandro III el Magno (356-323a.C.)
Rey de Macedonia (336-323a.C.), conquistador del Imperio persa, y uno de los líderes militares más importantes del mundo antiguo.

Las primeras conquistas

Alejandro nació en Pella, la antigua capital de Macedonia; era hijo de Filipo II, rey de Macedonia, y de Olimpia, princesa de Epiro. 
Aristóteles fue su tutor, enseñándole retórica y literatura, y estimuló su interés por la ciencia, la medicina y la filosofía.
En el verano del año 336 a.C. Filipo es asesinado y Alejandro asciende al trono de Macedonia. Se encuentra rodeado de enemigos y se ve amenazado por la rebelión de los territorios recién conquistados por su padre. Alejandro ordenó la ejecución de todos los conspiradores y enemigos nacionales. 
Marchó sobre Tesalia, donde los partidarios de la independencia habían obtenido el control, y restauró el dominio macedónico. 
Hacia finales del verano del 336 a.C. había restablecido su posición en Grecia y un congreso de estados en Corinto lo ratificó como  comandante del Ejército griego para la guerra contra Persia.
En  335 a.C. diirigió una campaña brillante contra los rebeldes tracios cerca del río Danubio. 
A su regreso a Macedonia, reprimió en una sola semana a los hostiles ilirios y dardanelos cerca del lago Pequeño Prespa y después se dirigió hacia Tebas, que se había sublevado. 
Tomó la ciudad por asalto y arrasó sus edificios, respetando sólo los templos y la casa del poeta lírico Píndaro, esclavizando a unos treinta mil habitantes capturados. La rapidez de Alejandro en reprimir la sublevación de Tebas facilitó la inmediata sumisión de los otros estados griegos.

La creación de un imperio

Alejandro comenzó su guerra contra Persia la primavera del 334a.C. al cruzar el Helesponto (actualmente Dardanelos) con un ejército de unos 36.000 hombres de Macedonia y de toda Grecia; sus oficiales jefes eran todos macedonios, incluidos Antígono (más tarde Antígono Monoftalmos), Tolomeo (más tarde Tolomeo I) y Seleuco (más tarde Seleuco I). 
En el río Gránico, cerca de la antigua ciudad de Troya (en la actual Turquía), atacó a un ejército de 40.000 persas y hoplitas griegos mercenarios). Sus fuerzas derrotaron al enemigo y, según la tradición, sólo perdió 110 hombres; después de esta batalla, toda la Asia que mira al Egeo se rindió. Al parecer, en su camino a través de Frigia cortó con su espada el nudo gordiano. 
Continuó avanzando hacia el sur y se encontró con el ejército principal persa, bajo el mando de Darío III, en Isos, en el noroeste de Siria. Según la tradición, el ejército de Darío se estimaba en 500.000 soldados, cifra que hoy es considerada exagerada. La batalla de Isos, en el año 333a.C., terminó con una gran victoria de Alejandro. Darío huyó, abandonando a su madre, esposa e hijos a Alejandro, quien les trató con respeto debido a su condición de familia real. 
Tiro, un puerto marítimo muy fortificado, ofreció una resistencia obstinada, pero Alejandro lo tomó por asalto en el 332a.C. después de un asedio de siete meses. Seguidamente, Alejandro capturó Gaza y después pasó a Egipto, donde fue recibido como libertador. Estos acontecimientos facilitaron el control de toda la línea costera del Mediterráneo. 
Más tarde, en el 332a.C., fundó en la desembocadura del río Nilo la ciudad de Alejandría, que se convirtió en el centro literario, científico y comercial del mundo griego. Cirene, la capital del antiguo reino de Cirenaica, en el norte de África, se rindió a Alejandro en el 331a.C., extendiendo sus dominios a todo el territorio de Cartago.
En la primavera del 331a.C. Alejandro hizo una peregrinación al gran templo y oráculo de Amón-Ra, el dios egipcio del Sol a quien los griegos identificaron con Zeus. Se creía que los primeros faraones egipcios eran hijos de Amón-Ra, y Alejandro, el nuevo dirigente de Egipto, quería que el dios le reconociera como su hijo. La peregrinación tuvo éxito, y quizá confirmara la creencia de Alejandro en su propio origen divino. 
Dirigiéndose de nuevo hacia el norte, reorganizó sus fuerzas en Tiro y salió hacia Babilonia con un ejército de 40.000 infantes y 7.000 jinetes. Cruzó los ríos Éufrates y Tigris y se encontró con Darío al frente del ejército persa, el cual, según informes exagerados, llevaba un millón de hombres, cantidad que no impidió que sufriera una derrota devastadora en la batalla de Arbela (Gaugamela) el 1 de octubre del 331a.C. 
Darío huyó al igual que hizo en Isos y un año más tarde fue asesinado por uno de sus propios colaboradores. Babilonia se rindió después de Gaugamela, y la ciudad de Susa, con sus enormes tesoros, fue igualmente conquistada. 
Hacia mitad del invierno, se dirigió a Persépolis, la capital de Persia. Después de robar los tesoros reales y apropiarse de un rico botín, quemó la ciudad, lo cual completó la destrucción del antiguo Imperio persa. El dominio de Alejandro se extendía a lo largo y ancho de la orilla sur del mar Caspio, incluyendo las actuales Afganistán y Beluchistán, y hacia el norte a Bactriana y Sogdiana, el actual Turkestán ruso, también conocido como Asia central. Sólo le llevó tres años, desde la primavera del 330a.C. hasta la primavera del 327a.C., dominar esta vasta zona.
Para completar la conquista del resto del Imperio persa, que en tiempos había incluido parte de la India occidental, Alejandro cruzó el río Indo en el 326a.C. e invadió el Punjab, alcanzando el río Hifasis (actual Bias); en este punto los macedonios se rebelaron, negándose a continuar. Entonces Alejandro construyó una flota y bajó navegando el Hidaspo (llamado Hydaspes por los griegos, donde derrotó al dirigente indio Poros en el 326a.C.) hacia el Indo, alcanzando su delta en septiembre del 325 a.C. 
La flota continuó hacia el golfo Pérsico. Con su ejército, Alejandro cruzó el desierto de Susa en el 324 a.C. La escasez de comida y agua durante la marcha había causado varias pérdidas y desacuerdos entre sus tropas.   
Alejandro pasó aproximadamente un año organizando sus dominios e inspeccionando territorios del golfo Pérsico donde conseguir nuevas conquistas. 
Llegó a Babilonia en la primavera del 323 a.C., pero en junio contrajo fiebres y murió.
Dejó su Imperio, según sus propias palabras, "a los más fuertes". Este ambiguo testamento provocó terribles luchas internas durante medio siglo.

El legado de Alejandro

Alejandro fue uno de los mayores conquistadores de la historia, destacó por su brillantez táctica y por la velocidad con la que cruzó grandes extensiones de terreno. 
Aunque fue valiente y generoso, supo ser cruel y despiadado cuando la situación política lo requería, aunque cometió algunos actos de los que luego se arrepintió, caso del asesinato de su amigo Clito en un momento de embriaguez. 
Como político y dirigente tuvo planes grandiosos; según muchos historiadores abrigó el proyecto de unificar Oriente y Occidente en un imperio mundial, una nueva e ilustrada hermandad mundial de todos los hombres. 
Hizo que unos 30.000 jóvenes persas fueran educados en el habla griega y en tácticas militares macedónicas y les alistó en su Ejército. Él mismo adoptó costumbres persas y se casó con mujeres orientales: con Estatira (o Stateira; que murió hacia el 323a.C.), la hija mayor de Darío III, y con Roxana (que murió hacia el 311a.C.), hija del sátrapa de Bactriana Oxiartes; además animó y sobornó a sus oficiales para que tomaran esposas persas. Poco después murió. 
Alejandro ordenó que las ciudades griegas le adoraran como a un dios. Aunque probablemente dio la orden por razones políticas, según su propia opinión y la de sus contemporáneos, se le consideraba de origen divino. Tras su muerte, la orden fue en gran parte anulada.
Para unificar sus conquistas, Alejandro fundó varias ciudades a lo largo de su marcha, muchas se llamaron Alejandría en honor a su persona; estas ciudades estaban bien situadas, bien pavimentadas y contaban con buenos suministros de agua. Eran autónomas pero sujetas a los edictos del rey. Los veteranos griegos de su Ejército al igual que soldados jóvenes, negociantes, comerciantes y eruditos se instalaron en ellas y se introdujo la cultura y la lengua griega. 
Así, Alejandro extendió ampliamente la influencia de la civilización griega y preparó el camino para los reinos del periodo helenístico y la posterior expansión de Roma.
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Filipo II (382-336a.C.)
 Regente (359-356a.C.) y rey de Macedonia (356-336a.C.). 
Era el hijo más joven de Amintas III (el cual reinó en 394-370a.C.) y nació en Pella. 
Desde el 367 hasta el 365a.C. fue rehén en Tebas, y durante ese periodo observó las técnicas militares de dicha ciudad, entonces el poder hegemónico en Grecia. 
En el 364a.C. regresó a Macedonia; cinco años más tarde fue nombrado regente de su sobrino Amintas IV, menor de edad, y en el 356a.C. se apoderó del trono.
Durante su periodo como regente hizo frente a la inestabilidad interna provocada por los pretendientes a la corona y reorganizó el Ejército macedónico según el modelo de la falange tebana. 
En menos de dos años reforzó la seguridad de su reino y se estableció de forma sólida en el trono. 
A partir de entonces, su política fue agresiva. En el 357a.C. conquistó la colonia ateniense de Anfípolis, en Tracia, haciéndose con las minas de oro del monte Pangeo, que financiaron las siguientes campañas militares. En el 356a.C. tomó Potidea, en la península Calcídica, y Pidna, en el golfo Termaico (o de Tesalónica). Un año después conquistó la ciudad de Crenidas, en Tracia, la cual, bajo su nuevo nombre de Filipos pronto adquirió gran riqueza y fama.
En el 354a.C. conquistó Metona y después avanzó hacia Tesalia. En el 352a.C. había alcanzado el paso de las Termópilas, el cual no intentó tomar, ya que los atenienses lo protegían fuertemente. 
Un año más tarde, el gran orador ateniense Demóstenes pronunció la primera de sus Filípicas, una serie de discursos advirtiendo a los atenienses sobre la amenaza que suponían los macedonios para la libertad griega. Hacia el 348a.C., Filipo II había conquistado Tracia y Calcídica. Dos años más tarde firmó la paz con Atenas, que había estado en guerra contra él en defensa de su aliada Olinto, ciudad de Calcídica. 
Después, los tebanos le pidieron que interviniera en la Guerra Sagrada contra Fócida, donde entró en el 346a.C. y destruyó sus ciudades. 
Más tarde, Macedonia reemplazó a Fócida en la Liga Anfictiónica, lo que le dio derecho a participar en los asuntos políticos griegos; en el 338a.C., el consejo le nombró jefe de las fuerzas de la Liga. 
Los atenienses, alertados por Demóstenes, se unieron a los tebanos en su contra, pero destruyó al ejército combinado de estos últimos en ese mismo año, en la batalla de Queronea. Su victoria le convirtió en el principal poder de Grecia. 
Fue asesinado dos años más tarde, mientras se preparaba para invadir Persia.
Fue el político y general más grande de su tiempo. Sentó las bases del poder militar de Macedonia, que heredó su hijo, Alejandro Magno, para conquistar y helenizar Oriente Próximo. Se cree que una tumba real llena de tesoros y excavada en 1977 en Vergina, sobre el emplazamiento de la antigua capital macedónica de Egas, cerca de Tesalónica (Grecia), es la suya.
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Si no hubiera sido asesinado Filipo, ¿creeis que él hubiera conquistado Persia?

3 comentarios:

  1. Depende. Era un buen general, pero te pregunto ¿era mejor que Alejandro?
    Además tenía la intención pero quizá no hubiera llegado tan lejos, porque el sueño de su hijo era conquistar todo lo habido y por haber. Alejandro tenía la ilusión, pero ¿Filipo también estaba tan obsesionado?
    Nunca se sabe. A lo mejor hasta hubiera llegado más lejos.

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  2. Exacto!!
    Filipo no pretendía llegar tan lejos, sólo pretendía liberar las ciudades helenas de Asia Menor y vengar los saqueos persas en Grecia.

    Alejandro tenía un obsesión febril por el más allá. Si sus tropas no se amotinan en el Indo, él hubiera seguido hacia el Este.
    Cuando murió en Babilonia, a los 33 años, preparaba una expedición a Arabia. Y pretendía conquistar Cartago.

    Sin duda, si Alejandro no llega a morir, Cartago y Roma hubieran conocido a Alejandro antes de estar preparadas para resistirlo.

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  3. Pues hubiera cambiado la historia. Porque si Alejandro no hubiera muerto, quizá Roma nunca hubiera llegado a ser el Imperio que fue.

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